jueves, 21 de junio de 2012

Recuerdos sobre un ángel (Relato)

¡Hola! 
Bienvenidos a esta entrada algo diferente y concreta. 
 Hace poco me presenté a un concurso de relatos de mi instituto y... gané 
\(^_^)/

Este es mi relato, espero que lo disfrutéis.


Recuerdos sobre un ángel



Las flores blancas de los cerezos caían a mi alrededor mientras yo me centraba en dibujar el paisaje que tenía frente a mí: un lago donde flotaban diminutas barcas hechas de madera, un cielo azulado y totalmente claro, toda la orilla rodeada de cerezos en flor y entre ellos, un amplio camino de tierra con varios bancos de madera.
Sentí un aliento por encima de mi oreja izquierda, pero antes de poder girarme, aquella desconocida ya me había dado unos golpecitos en la espalda. Cuando me volví, la miré profundamente a los ojos: ella sonreía, tenía los ojos muy abiertos, y en su cabello ondulado, unas flores recién caídas de los cerezos se balanceaban.
Entonces escuché su voz por primera vez:
-¡Hola! ¡Qué dibujo más bonito!-Exclamó con un hilo de voz que podía compararse con el sonido de un flautín.
Yo me quedé paralizada, en ese momento no podía contemplar otra cosa que no fuera su rostro, su cuerpo, que no fuera contemplar luz que aquella desconocida radiaba.

-H-hola. Muchas gracias. – Respondí yo sonrojándome inmediatamente.
-Pasaba por aquí y no he podido evitar contemplar cómo dibujabas y la belleza de tu obra. - Dijo intentando explicarse. – Por cierto ¡Me llamo Mei, encantada!
-Muchas gracias Mei, yo me llamo Aya. – Dije con un hilo de voz entrecortado.
-¿Sueles venir mucho por aquí? – Me preguntó.
-Sólo cuando los cerezos están en flor.

Acto seguido, me invitó a dar un paseo con ella.

 En ese momento, supe que seguiría a esa chica a donde hiciera falta. En ese momento, comprendí lo que era la belleza. Me acordé de lo que suele decir la gente del amor a primera vista. Comprendí que esta chica llamada Mei, fuese quien fuese, iba a significar mucho en mi vida. Supe que jamás la olvidaría.

Tras esa preciosa tarde de marzo, recuerdo todas y cada una de las conversaciones por teléfono.

Recuerdo aquella primera vez que quedamos juntas para ir a la playa.
En cuanto llegué a la estación de tren que habíamos acordado, escuché una preciosa voz gritando mi nombre. Era ella. Sostenía dos globos cogidos a una cuerda, uno de color rosa y otro de color morado.
Corrí hacia ella, y cuando nos abrazamos, ella me elevó en el aire mientras mi corazón parecía luchar para salir de mi pecho.
-¡Toma, este globo es para ti!-Exclamó, entregándome el de color rosa, quedándose ella con el morado.
Cogidas de la mano, nos encaminamos a la playa.
Una vez allí, yo le esperaba en el agua mientras ella se metía lentamente, sin dejar de hablar, mientras yo me limitaba a escucharla y admirar cada detalle de su cuerpo, a contemplar cada uno de sus gestos, a morir por dentro con cada una de sus miradas.

-¿Sabes? Las olas siempre se forman de siete en siete.-Afirmó mientras acariciaba la superficie del agua.

Tumbadas en la orilla, colocó su mano sobre la mía y depositó algo en su interior. Cuando la abrí, había en mi palma una concha de aspecto normal, pero que, para mi, pasaría a tener un valor inalcanzable.

Al despedirnos, también me entregó dos pulseras muy diferentes trenzadas entre sí que llevaba en la muñeca.

-¿Te gustan? Somos tú y yo. Tú y yo juntas. Inseparables.

Por último, recuerdo aquella vez que cantó para mí. Recuerdo cada una de las notas que entonaba formando una melodía delicada y agradable. Mientras sonreía, mientras me sonreía tiernamente.
No pude evitar que las lágrimas invadieran mis ojos.
¿Era felicidad? ¿Era tristeza?
Se acercó a mí y me secó las mejillas. Me besó.

No volví a saber nada de ella, hasta aquella llamada que recibí varios meses después.
 Era ella.

-Estoy embarazada.

Me di cuenta entonces, de que en todo este tiempo no me había parado a pensar sobre quién podía ser esta chica que aparentaba unos 16 años de edad. Yo sólo me dejaba llevar por el cariño que me daba. Qué ingenua.

-¿Con quién? -Fue lo único que conseguí formular, mientras en mi cabeza, preguntas desordenadas iban atacando mi cerebro.
-Con mi marido, ¿con quién va a ser?
-¿Cuántos años tienes, Mei?
-¿A qué viene eso ahora? Tengo 27 años, ¿No lo sabías?

Acto seguido, colgué el teléfono.

Todavía ahora me niego a creer quién era ella.
¿Era real o era un sueño?
¿Era un humano o… era un ángel?

Aún hoy, Mei sigue estando muy presente en mi vida. Sigo conservando aquella concha, las dos pulseras y la insignificante cuerda del globo como mis mayores tesoros.


“He estado tanto tiempo en la oscuridad que había olvidado lo bonita que es la luz de la luna. Pero incluso entonces, ante la ausencia de la luna, se puede apreciar el brillo de las estrellas.”





(Opinad) 
~Aixa~



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