¡Hola!
Bienvenidos a esta entrada algo diferente y concreta.
Hace poco me presenté a un concurso de relatos de mi instituto y... gané
\(^_^)/
Este es mi relato, espero que lo disfrutéis.
Recuerdos sobre un ángel
Las flores blancas de los cerezos caían a mi alrededor
mientras yo me centraba en dibujar el paisaje que tenía frente a mí: un lago
donde flotaban diminutas barcas hechas de madera, un cielo azulado y totalmente
claro, toda la orilla rodeada de cerezos en flor y entre ellos, un amplio
camino de tierra con varios bancos de madera.
Sentí un aliento por encima de mi oreja izquierda, pero
antes de poder girarme, aquella desconocida ya me había dado unos golpecitos en
la espalda. Cuando me volví, la miré profundamente a los ojos: ella sonreía,
tenía los ojos muy abiertos, y en su cabello ondulado, unas flores recién
caídas de los cerezos se balanceaban.
Entonces escuché su voz por primera vez:
-¡Hola! ¡Qué dibujo más bonito!-Exclamó con un hilo de voz
que podía compararse con el sonido de un flautín.
Yo me quedé paralizada, en ese momento no podía contemplar
otra cosa que no fuera su rostro, su cuerpo, que no fuera contemplar luz que
aquella desconocida radiaba.
-H-hola. Muchas gracias. – Respondí yo sonrojándome
inmediatamente.
-Pasaba por aquí y no he podido evitar contemplar cómo
dibujabas y la belleza de tu obra. - Dijo intentando explicarse. – Por cierto
¡Me llamo Mei, encantada!
-Muchas gracias Mei, yo me llamo Aya. – Dije con un hilo de
voz entrecortado.
-¿Sueles venir mucho por aquí? – Me preguntó.
-Sólo cuando los cerezos están en flor.
Acto seguido, me invitó a dar un paseo con ella.
En ese momento, supe
que seguiría a esa chica a donde hiciera falta. En ese momento, comprendí lo
que era la belleza. Me acordé de lo que suele decir la gente del amor a primera
vista. Comprendí que esta chica llamada Mei, fuese quien fuese, iba a
significar mucho en mi vida. Supe que jamás la olvidaría.
Tras esa preciosa tarde de marzo, recuerdo todas y cada una
de las conversaciones por teléfono.
Recuerdo aquella primera vez que quedamos juntas para ir a
la playa.
En cuanto llegué a la estación de tren que habíamos acordado,
escuché una preciosa voz gritando mi nombre. Era ella. Sostenía dos globos
cogidos a una cuerda, uno de color rosa y otro de color morado.
Corrí hacia ella, y cuando nos abrazamos, ella me elevó en
el aire mientras mi corazón parecía luchar para salir de mi pecho.
-¡Toma, este globo es para ti!-Exclamó, entregándome el de
color rosa, quedándose ella con el morado.
Cogidas de la mano, nos encaminamos a la playa.
Una vez allí, yo le esperaba en el agua mientras ella se
metía lentamente, sin dejar de hablar, mientras yo me limitaba a escucharla y
admirar cada detalle de su cuerpo, a contemplar cada uno de sus gestos, a morir
por dentro con cada una de sus miradas.
-¿Sabes? Las olas siempre se forman de siete en siete.-Afirmó
mientras acariciaba la superficie del agua.
Tumbadas en la orilla, colocó su mano sobre la mía y
depositó algo en su interior. Cuando la abrí, había en mi palma una concha de
aspecto normal, pero que, para mi, pasaría a tener un valor inalcanzable.
Al despedirnos, también me entregó dos pulseras muy
diferentes trenzadas entre sí que llevaba en la muñeca.
-¿Te gustan? Somos tú y yo. Tú y yo juntas. Inseparables.
Por último, recuerdo aquella vez que cantó para mí. Recuerdo
cada una de las notas que entonaba formando una melodía delicada y agradable.
Mientras sonreía, mientras me sonreía tiernamente.
No pude evitar que las lágrimas invadieran mis ojos.
¿Era felicidad? ¿Era tristeza?
Se acercó a mí y me secó las mejillas. Me besó.
No volví a saber nada de ella, hasta aquella llamada que
recibí varios meses después.
Era ella.
-Estoy embarazada.
Me di cuenta entonces, de que en todo este tiempo no me
había parado a pensar sobre quién podía ser esta chica que aparentaba unos 16
años de edad. Yo sólo me dejaba llevar por el cariño que me daba. Qué ingenua.
-¿Con quién? -Fue lo único que conseguí formular, mientras
en mi cabeza, preguntas desordenadas iban atacando mi cerebro.
-Con mi marido, ¿con quién va a ser?
-¿Cuántos años tienes, Mei?
-¿A qué viene eso ahora? Tengo 27 años, ¿No lo sabías?
Acto seguido, colgué el teléfono.
Todavía ahora me niego a creer quién era ella.
¿Era real o era un sueño?
¿Era un humano o… era un ángel?
Aún hoy, Mei sigue estando muy presente en mi vida. Sigo
conservando aquella concha, las dos pulseras y la insignificante cuerda del
globo como mis mayores tesoros.
“He estado tanto tiempo en la oscuridad que había olvidado
lo bonita que es la luz de la luna. Pero incluso entonces, ante la ausencia de
la luna, se puede apreciar el brillo de las estrellas.”
(Opinad)
~Aixa~